Decía un buen amigo mío, que existen dos tipos de hombres, el que se sienta en el jardín de su casa esperando oir la voz de Dios, y otro, el viajero, que inconscientemente adquiere la amargura de la inquietud (de mi compañero de charlas del Kavafis, Ángel). Yo añadiría, que muy posiblemente, uno no sabe de la existencia del otro aunque se conocen y se saludan a diario en la calle. No és, tan mala la relación, como entre Cronopios y Famas, pero si que lo es su forma de entender la vida. Y yo como buen Cronopio que me considero, soy de esos que encuentro hostales llenos, ese a quien los trenes no esperan, a quien le llueve a gritos y los taxis no aceptan. Somos de esos que a la hora de dormir nos decimos "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad", y al día siguiente nos levantamos contentísimos. Así arranca el enésimo viaje, sin ninguna Fama en la maleta, llena eso sí, de versos aún sin escribir, de fotos aún sin sacar, en color y en blanco y negro, como la vida, más allá de los colores, allende la imaginación se funde con la realidad para crear un puzzle de cinco piezas que no soy capaz de terminar desde que tú, viajas a mi lado, desde aquél jueves de un mes impar, de un año bisiesto...
Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.
Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,un camino de nubes.
Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.
Tiempo de habitaciones separadas.
Luis García Montero(Granada, 1958)