domingo, 14 de diciembre de 2008

Esos fines de semana que llueve... Vol II

Las gotitas son esos pequeños seres inanimados pero con capacidad de movimiento, que cuelgan de las barandillas y tomán el color de ellas, apoderándose de parte de su alma. ¡Ojo!, pueden pasar desapercibidas para ojos de sapo y mentes urbanas de esas que mucho mirán, pero poco ven. Por eso les atropella el pragmatismo en días de lluvia , pasean con paraguas para refugiarse y siempre pisan la baldosa suelta del suelo que salpica rauda el cemento de la ciudad, y sus pantalones. Alguien, debería decirles que los libros de poesía no se mojan cuando llueve, y que si se lleva sombrero el agua no cala las ideas ni oxida el metal de los recuerdos. Desde los tejados del barrio de las letras se desprenden con la suavidad de una tarde de mayo. En Lavapies caen más fuerte, como si fuese completamente diciembre. En Atocha eran de un gris que sabía a melancolía de nómada desterrado, y todo lo contrarío en San Bernardo, eran verdes en las hojas y adquirían el color del fruto al que besaban. Los recuerdos tomán mil formas y colores, son camaleónicos y se adaptan al tiempo, las gotitas, por otra parte, son fieles a las leyes de la naturaleza en el barrio de Tetuán, no muy distintas a las del resto del planeta, y forman imágenes concéntricas regidas por Pi y por el número aureo, ese que hace tan perfecta la materia, y tan aterradora la existencia.
Por supuesto toda ese esplendor y su belleza, no está al alcance de la vista, hay que buscarla, por ejemplo entre la breve fracción de 1/250 segundos, y el leve temblor del pulso que piensa en su destino, mientras apreta un botón, y decide.

Cada vez que llueve recuerdo porque me gusta tanto lo que veo, caen recuerdos de allá dónde me han visto empapado, con una mochila a hombros, con las gafas goteadas y calado hasta los huesos, sonriendo como un idiota con la boca abierta, y olos ojos cerrados. En Madrid ayer llovió como no has visto nunca, como nunca nadie pudo ver, en Tetuán ayer goteaba lenta la decisión que hoy aún moja mis labios de cerveza. Escurridiza.

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