domingo, 30 de marzo de 2008

La importancia de leer con el dedo.

30 de marzo. 12.30 de la mañana.
Cuesta de Moyano.
Madrid.
El domingo me despertó una hora más tarde de lo esperado de acuerdo con el maldito cambio de hora que me esta provocando jet lag desde el primer instante, pero sé, que mañana en cuanto vea ponerse el sol más allá de la tarde, lo agradeceré tomándome una caña. Esto sí, marca el inicio de la primavera.
Me colgué la cámara y aparecí en Atocha rodeado de unas estatuas de bronce negro, gigantes cuasihumanos, huecos por dentro e incompletos por fuera, semialados, con las cabezas en el suelo, rodeadas de gente, de un día gris, y de la magia de los libros que inunda la rampa desde el primer olfateo nervioso que certifica el hallazgo. Aquí huele a libros usados.
Es curioso el círculo vicioso en que se ha convertido la odisea de conseguir un libro en concreto. Quedá lejana aquella tarde en que ví la película de Farenheit 451, pero cercana la escena en que los bomberos sacan los libros a la calle, los van arrojando al suelo por decenas y entonces la imagen centra un título, The moon and sixpence de W.Somerset Maugham. ¿Por qué?. Me informé del libro, es una especie de biografía del pintor Paul Gauguin. Una exposición de la vida y arte del artista francés, uno de los más influyetes en el desarrollo de la pintura moderna, junto a su amigo Van Gogh. Esto hace como un año, desde entonces, Barcelona, Londrés, Madrid, Valladolid, León, emisarios por allá, librerías por acá...


Se está convirtiendo en un juego tal, que empiezo a no tener claro si quiero encontrarlo, o continuar la interminable búsqueda por los mercadillos de libros dónde los dedos leen los bordes de las tapas en busca de dos noticias. Los ojos se pierden entre la multitud, Auster lee el de mi izquierda, Habitaciones separadas el otro mientras provoca una sonrisa en mi cara. Montero en un mercadillo de libros de segunda mano. El mundo funciona, sueño por un instante, pero me despierta mi dedo. Se ha posado en Maquiavelo, El principe. Sin apenas percartarme mi dedo lee ya por una de las páginas centrales...

Cualidades del Príncipe


De ciertas cualidades que el príncipe pudiera tener, incluso me atreveré a decir que si se las tiene y se las observa siempre son perjudiciales, pero sí aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto, y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria.

Suena, cuanto menos, sincero. Para nada maquiavélico ¿verdad?. Añadir a la bolsa.

REFLEXIÓN. El otro día estuve viendo Los falsificadores y salí de la sala dándole vueltas a una cuestión, y a casa llegué mareado de pensar.
¿Qué harias?, si estuvieses en un caso de vida o muerte, donde tu vida es lo único que queda, y el acto de sobrevivir es en sí una victoria, y en este momento alguien te dice que puede mejorar tus condiciones a cambio de algo que tú puedes hacer. Lo que te pide hacer servirá para matar a muchos como tú, pero a tí te salvará, si los fabricas. Si no aceptas, tú ya no sirves, estas muerto. Se acabó.
¿Cuál es tu decisión? No pienses mucho, no tienes mucho tiempo para decidir.

jueves, 27 de marzo de 2008

La noche del esperpento.

Era, posiblemente, el día más frío del invierno madrileño, gris, triste, casi lluvioso, con un viento de esos que agitan los toldos de los kioskos y hacen imposible leer un periódico en un banco, abrir un paragüas, o jugar al frisby. Un día de perros que dirían los lugareños. De los de no salir de casa. O de los de no entrar. El día perfecto para una fiesta de bohemios, de esperpentos y algún que otro crápula escondido entre las ondas sonoras de unos textos de Larra, de Valle-Inclán, en una plaza se pone una escalera, de Fernán Gómez, de Ignacio Amestoy, justo debajo de un árbol, alguién sube sus peldaños, de Calderón, de Lope, y grita "Fígaro", mientras coloca un ramo de rosas rojas entre las ramas secas, aún sin primavera, de un madroño solitario, triste de ser guardían de un lugar que significa fin. Pero también principio del mito de El pobrecito hablador, e inicio también del recorrido de la Noche de Max Estrella por el barrio de las letras y los rincones de Luces de bohemia en Madrid. Aún recuerdo lo último que vi de aquella noche, la lectura de la Biblia del Esperpento por Don Rafael Álvarez el Brujo, en el callejón del Gato, estrecho y alargado, perfecto para evitar el viento de aquella velada, que no hacía más que hacer volar letras, versos, libros, opiniones... era el capítulo XII de Luces de bohemia, el episodio donde Latino y Max, ante los espejos cóncavo-convexos del callejón, mantienen uno de los diálogos más singulares de nuestra literatura.

MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.
DON LATINO: ¡Estás completamente curda!
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.
DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.
MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.
MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.
DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?
MAX: En el fondo del vaso.
DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!
MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.
DON LATINO: Nos mudaremos al callejón del Gato.

domingo, 9 de marzo de 2008

Un día cogí una caja en un supermercado.

Pues sí, un día, desprevenido, cogí una caja en un supermercado, entre desinteres e ilusión. Era una caja grande, de cartón marrón como son las hojas que se caen en los septiembres grises del otoño precipitado de la vida. La típica caja q sólo se puede conseguir en un supermercado. Dicen que ni siquiera en el Ikea la puedes conseguir. Muy pocos Chinos disponen de algo similar. Perfecta para mudanzas.
En casa, desprevenido, cogí un libro y lo metí en la caja, despues otro, y otro y otro, y la caja se lleno de libros. Luego cogí zapatillas, camisetas, pantalones, quite las fotos de la pared y los posters, mientras me fijaba en la marca que dejaban los "chicles", eran mis propias marcas, eran la prueba de que esa pared algún día fue mi pared. Llene dos maletas de ropa y tres cajas de libros. Aún no he podido contar las bolsas de recuerdos acumulados ahora, en mi habitación de Madrid. Es cierto que quizás esten algo mezclados pero es un desorden ordenado que diría un buen amigo. A veces rebosan y se esparcen por mi habitación y yo los piso cuando me levanto dormido por la mañana y me encanta empezar los días pisando recuerdos porque eso significa que los días comienza con alguno de vosotros pasando a rafagas por mi cerebro.
Lo peor de la mudanza es la mezcla de sentimientos, mezcla de una nostalgia benedettica y de una ilusión digna de Rodrigo de Triana cuando comenzo loco a gritar desde su puesto: "Tierra, Tierra". La Santa María acababa de divisar Trinidad. Colón llegaba a América. Yo, he llegado a Madrid.
Pero lo importante es que en nuestra casa no hay tele. La hemos sustituido por un papel q dice algo asi como "apaga la television antes de que ella te apague a tí " iniciativa del Abel y secundada de forma mayoritaria. De Madrid no vamos a hablar, lo de siempre, tiene sus cosas buena y sus cosas malas, pero creo q como estoy aqui por voluntad propia, digamos que veo los días de esos de 25ºC y solete primaveral. Hemos ido al teatro, estuve con el Maño en ARCO08, de cañas, de fiesta, de libros...es raro, una ciudad empieza a ser un poco más de uno cuando empiezas a visitar sus librerias, comprar sus libros, porque ese olor que se impregna en sus páginas y que luego se desprende cuando ojeas rápidamente si el tamaño de la letra es admisible para tus ojos, ese olor, es el olor de cada ciudad, todo el mundo sabe que García Marquez huele Cartagena de Indias en Cartagena de Indias, que Rayuela sólo huele a Rayuela en París, y que en Madrid, los libros huelen a Madrid. Aunque en este caso, por desgracia, suponga oler a humo, polvo y dinero. Aún así comprar un libro es hacer que la ciudad sea un poquito más tuya de igual forma que tu casa empieza a ser tu casa cuando las cosas se apoderan de cada rincón, cuando el servicion esta lleno de ropa, cuando llevar algo a la mesa implica limpiar-posar, y nunca posar-limpiar. Abel se ha ido, me ha dicho que me toca limpiar y según a cerrado la puerta, el sindrome de diógenes se ha apoderado de mí y me ha atado en el sofa y me ha ido trayendo cosas a la mesa durante toda la tarde, y ahora no tengo sitio para apoyar el ordenador, y por eso no paro de escribir...suena Deluxe, toca el miercoles en la sala caracol, a las 23:30, no puedo ir porque trabajo, pero me satisface el hecho de vivir en una ciudad donde pasan muchisimas mas cosas de las que puedo ver. Me gusta como transcurre mi vida, necesitaba un cambio, y el cambio se ha producido. Y ha sido para mejor.

viernes, 7 de marzo de 2008

Los electrones huyen...




Dónde muere la lógica...
Dylan Thomas

Bajo la mirada impávida de un sol que agoniza,
al pie de los hierros peregrinos del infinito,
junto al segundo poste, en el tercer anden,
una corriente de eletrones con maletas
nos rodea,
impacientes en su huida, olvidados
como yonkis en la Gran Vía,
donde ningún ojo se atreve a posar,
pero todas las miradas, miran.
Yo trato de esconderte
entre el vaho de un tren recien llegado y el humo,
con que mis besos inundan tus labios
y ocultan tus ojos,
dejándome casi solo,
al amparo de la fría mañana
condenado a quemarme,
al calor de tus juegos.