Luego, otro día, un buen día, lees un poema de alguien que te ha firmado ya algún libro, pero que no te conoce lo suficiente como para escribirte algo, pero capaz sin embargo de escribir palabras que inconscientemente despiertan tu inquietud por conocerlo. Palabras que resuenan en mi cabeza una y otra vez, que hacen que mis paseos ya no busquen la luna del mediodía, palabras capaces de orientar una brújula sumergida en un campo magnético, y hacer que su norte indique directamente hacia tí, o todo lo contrario; que marque la dirección de una luz roja, que de tí me aparta, confusa, envuelta por los rayos del sol de medianoche.
VISTO Y NO VISTO
Es fácil ver el búho que vive en las manzanas,
la estrella confundida con los cristales rotos.
Es fácil ver la jungla
que se esconde en el ramo de azahar de la boda
y el otoño que deja al pie del bosque
un puzzle de la muerte.
Puedo ver todo eso,
pero hay días
en que no soy capaz de verte a ti.
Oigo la luna llena en los perros perdidos.
Oigo empezar las islas bajo tus pies descalzos.
Oigo palabras de otro mundo
que hablan
desde el féretro de sus tachaduras.
Puedo oir todo eso,
pero a veces no puedo oírte a ti.
Cavé en tu corazón buscando una luz roja.
No sé si te conservo o si te has ido.
No sé si existes o si te he inventado.
Sé que donde tú estás hay espigas azules,
hay brújulas que orientan los deseos.
Sé que donde tú estás van los delfines
y los ángeles tiran sus espadas.
Cavé en tu corazón.
No sé si te he encontrado
o sigo una luz roja que me aparta de ti.
Benjamín Prado