Un avión pequeño, con los reactores en la parte de atrás, junto las aletas, y no agarrados de las alas, como es habitual en los más grandes. Un vuelo nacional, te puedes creer, quizás quince o veinte veces más, no sé, había tomado uno, pero siempre había sido internacional, siempre afuera, pero demonios este iba para acá, para dentro, sin necesidad de check-in pero con una mochila en la espalda, vacía a la ida, llena a la vuelta. Todo era muy raro. Bocadillos y refrescos gratis, periódicos, frutos secos, dentro todo era perfecto, sin embargo yo nunca quise estar en aquel avión en que no montaste.
De tránsito por tus brazos.
No me acompañes al embarque
para no mezclar nuestros ojos tristes,
con el alboroto de mochilas en el escaner,
y la frialdad de un detector de mentiras,
que en mis manos descubriría
dónde exactamente escondes
tus crueles artimañas,
con que trituras mi pecho cuando te marchas,
cuando me voy allá, y te quedas acá,
envuelta entre zapatos negros,
entre almas despistadas y patéticos
equipajes de mano
llenos de todo, vacíos de tí.
No se si montar en el avión que te deja,
o aterrizar de nuevo entre tus brazos,
un viernes cualquiera, en una ciudad secreta,
dónde me esperarás para que te coja,
y seas tú, quien vuele
trazando círculos ante la perpleja mirada
del hombre que sostiene un cartel,
con el nombre, de alguien
que no conoce,
a quien espera,
envuelto él también en nuestras risas,
arrollado por el poder con que tus besos,
atrapan inconscientemente
en la espiral que dibujan tus pies,
que como un remolino me traga,
y me lleva, para siempre,
al país donde la única moneda,
son tus palabras,
que se cambian por sonrisas,
que compran sueños,
que venden besos
y regalan billetes de avión,
aeropuertos,
y ciudades para vernos.
No me acompañes al embarque
para no mezclar nuestros ojos tristes,
con el alboroto de mochilas en el escaner,
y la frialdad de un detector de mentiras,
que en mis manos descubriría
dónde exactamente escondes
tus crueles artimañas,
con que trituras mi pecho cuando te marchas,
cuando me voy allá, y te quedas acá,
envuelta entre zapatos negros,
entre almas despistadas y patéticos
equipajes de mano
llenos de todo, vacíos de tí.
No se si montar en el avión que te deja,
o aterrizar de nuevo entre tus brazos,
un viernes cualquiera, en una ciudad secreta,
dónde me esperarás para que te coja,
y seas tú, quien vuele
trazando círculos ante la perpleja mirada
del hombre que sostiene un cartel,
con el nombre, de alguien
que no conoce,
a quien espera,
envuelto él también en nuestras risas,
arrollado por el poder con que tus besos,
atrapan inconscientemente
en la espiral que dibujan tus pies,
que como un remolino me traga,
y me lleva, para siempre,
al país donde la única moneda,
son tus palabras,
que se cambian por sonrisas,
que compran sueños,
que venden besos
y regalan billetes de avión,
aeropuertos,
y ciudades para vernos.
Aún miro hacia arriba, buscando un lazo azul entre la gente.
1 comentario:
¿Lo has escrito tú?
si si si
bla bla bla bla
crees que dep de decirme lo del "pueblo" y lo del frío,
me voy a creer que os fuisteis
porque era tarde???
ya ya ya
bla bla bla
jajajajajaj
me lo dijo guille bicho
le hizo mucha ilusión que vinierais
:)
..y nunca hubo una próxima vez...
jajaja
bss
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