Era, posiblemente, el día más frío del invierno madrileño, gris, triste, casi lluvioso, con un viento de esos que agitan los toldos de los kioskos y hacen imposible leer un periódico en un banco, abrir un paragüas, o jugar al frisby. Un día de perros que dirían los lugareños. De los de no salir de casa. O de los de no entrar. El día perfecto para una fiesta de bohemios, de esperpentos y algún que otro crápula escondido entre las ondas sonoras de unos textos de Larra, de Valle-Inclán, en una plaza se pone una escalera, de Fernán Gómez, de Ignacio Amestoy, justo debajo de un árbol, alguién sube sus peldaños, de Calderón, de Lope, y grita "Fígaro", mientras coloca un ramo de rosas rojas entre las ramas secas, aún sin primavera, de un madroño solitario, triste de ser guardían de un lugar que significa fin. Pero también principio del mito de El pobrecito hablador, e inicio también del recorrido de la Noche de Max Estrella por el barrio de las letras y los rincones de Luces de bohemia en Madrid. Aún recuerdo lo último que vi de aquella noche, la lectura de la Biblia del Esperpento por Don Rafael Álvarez el Brujo, en el callejón del Gato, estrecho y alargado, perfecto para evitar el viento de aquella velada, que no hacía más que hacer volar letras, versos, libros, opiniones... era el capítulo XII de Luces de bohemia, el episodio donde Latino y Max, ante los espejos cóncavo-convexos del callejón, mantienen uno de los diálogos más singulares de nuestra literatura.
MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.
DON LATINO: ¡Estás completamente curda!
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.
DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.
MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.
MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.
DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?
MAX: En el fondo del vaso.
DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!
MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.
DON LATINO: Nos mudaremos al callejón del Gato.
2 comentarios:
Poco nos queda ander, de aquel madrid bohemio, muy poco. Ya no existe, el dinero lo ha comprado todo, ese mundo se extinguio, solo nos queda el recuerdo. Pero... esa noche sentí algo especial siguiendo aquella ruta, no es el entorno, ni el dinero, ni la gente, es cada uno el que monta su propia ciudad, y la mía, si es bohemia, mi madrid se parece a aquel madrid
Andres te voya decir dos cosas, a lo mejor luego son más:
Lo primero es que afortunadamente aún me queda amor por Madrid, creía que lo había agotado todo y leyéndote descubro que no que todavía me mueve algo cuando reconozco nombres de calles y sentimientos que setienen al pasear por ellas.
Lo segundo es que ahora tengo tremendas ganas de leer Luces de Bohemia y no voy a dar a basto porque también quiero ver Farsantes y Farenheit y tal vez releer El Príncipe...
Voy a tener que pisar la primavera de Madrid antes de que se acabe ese aire que le estais dando.
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